Aspectos poco conocidos en torno al “milagro” de la penicilina

El milagro de la penicilina no es de 1929 sino de 10 años tarde y surge en Oxford, no en Londres. Florey en Oxford, organiza un equipo de trabajo que incorpora a Chain, Heatley, Abraham y algunos otros. Chain había trabajado con lisozima, piocianina y penicilina y el equipo, una vez iniciada la guerra, fija un objetivo concreto que es la obtención de un tratamiento intravenoso eficaz para las infecciones. De entre las moléculas conocidas por Chain se selecciona, casi al azar, la penicilina.

 

Los trabajos se inician en 1940 con un proyecto modélico, incluso hoy día, donde se fijan antecedentes, importancia, objetivos, material y métodos, financiación, etc. y se decide centrar toda la atención en la penicilina. Los estudios previos exigen de todo el ingenio de Heatley que, con un sistema de cilindros en placa, hace la primera valoración de la penicilina. Fijar la Unidad Oxford y diseña la obtención de la penicilina por un método complejo pero ingenioso que radica en la retroextracción en agua alcalina. En 1940 almacenan un verdadero tesoro de 100 mg de penicilina estable e inician los estudios de farmacocinética en animales tras la administración oral, intramuscular e intravenosa observando que se destruye en el estómago cuando se usa la vía oral.

 

El 25 de Mayo tras inocular ratones con neumococo observan dos hechos. El primero, muy importante, es que la penicilina sin purificar es tóxica para los ratones al revés que la purificada, lo que demuestra que han logrado eliminar la fracción tóxica. El segundo de más trascendencia, la protección terapéutica. Este experimento evaluado sin el conocimiento de Florey, causó un cierto distanciamiento entre Chain y Florey.

 

Se publica el trabajo de la penicilina como agente terapéutico firmado en primer lugar por Chain en The Lancet el 24-8-1940. Esta publicación tiene una gran repercusión en el mundo científico que aumentaría incluso cuando se publican posteriormente los resultados clínicos. El artículo es un revulsivo para Fleming que viaja a Oxford exigiendo explicaciones de lo que se ha hecho con “su” penicilina. Fleming recibe impasible, sin ningún comentario, una exhaustiva información de Florey, y la anota en su diario probablemente en el viaje de vuelta. Poco tiempo después Parke-Davis, empresa que colabora estrechamente en el tema de las vacunas del Departamento de Inoculación, (de Fleming) pide a éste que medie para obtener el hongo y los datos de Oxford. Fleming da satisfacción a los directivos de la Parke –Davis pero sin conocimiento de Florey. Inician la producción de penicilina fracasando en el intento, posiblemente por algún error en la información recibida sobre la purificación de la penicilina.

 

Estado de emergencia. La situación de Inglaterra en la guerra explica los intentos del equipo de Florey para producir industrialmente la penicilina. Termina convirtiendo su departamento en la llamada jocosamente “lechería” por el uso de lecheras refrigeradas, centrifugadoras de nata, etc. No desprecia ningún recipiente esterilizable que incorpora a su particular fábrica (latas de gasolina, cuñas de hospital y todo tipo de frascos). Mientras tanto Heatley incorpora la cromatografía y mejora el método de purificación y concentración de la penicilina, y el equipo busca a un clínico para iniciar los ensayos humanos.

 

La prueba definitiva: Florey “ficha” a Fletcher, que inicia los estudios en “voluntario sano” La señora Akers afectada de un cáncer terminal, accede a someterse al tratamiento con penicilina. El tratamiento intravenoso le provoca escalofríos, lo que hace pensar en la presencia de pirógenos que se eliminan por cromatografía selectiva. Se observa la eliminación urinaria máxima y rápida, lo que no obstaculiza la indicación para tratamiento en procesos graves. Aunque la historia la señala como la primera paciente, en otro capítulo veremos que hubo otros anteriormente. En el ensayo con enfermos, publicado en The Lancet (año 1941) se seleccionaron 6 casos graves de los cuales curan de su proceso 5. El primero tiene una recaída y muere por falta de penicilina. Estos resultados suponen la señal de salida de la carrera de los antimicrobianos, pero así mismo provoca una serie de guerras de celos, comunicados periodísticos, comerciales etc.

 

La otra cara de la investigación. En Oxford, Florey, con un concepto ético muy de la época, se niega a recibir e informar a los periodistas que se vuelven a Londres en busca de noticias, encontrando en Fleming todo tipo de facilidades. Este punto es fundamental para entender la popularidad que se desplegó en torno de Fleming, tratándole en todo el mundo como un verdadero héroe, y provocando lógicamente el enfado de todo el equipo de Florey. Simultáneamente Chain propone patentar la penicilina desencadenando una interminable discusión deontológica y profundas enemistades entre algunos miembros del equipo de Florey. También el Colegio Médico entra en la discusión ética y desaconseja la patente de la misma. En el “son galgos o son podencos” algunos laboratorios americanos, sin dudarlo, conciertan la patente en Estados Unidos.

 

– La industrialización. Corre el año 1942, la producción industrial exige una inversión que Florey no encuentra en Inglaterra y dirige su mirada a USA. Paradójicamente Fleming en el año 1943 devuelve su favor a Florey logrando que las autoridades sanitarias, incluso en guerra, apoyen la producción industrial que encargan a Glaxo.

 

Vemos por tanto, que se trata de una “aventura” en la que participan científicos, periodistas, autoridades sanitarias y ocho o diez firmas industriales de Inglaterra y USA. (Boots, Glaxo, ICI, Kembal, Leederle, Merck, Parke-Davis, Pfizer, Squibb, Welcome).

 

 

 

J. Prieto Prieto.